e premte, 15 qershor 2007

Tercera

Hace unos años escribí esto, cuando el MEC a instancias de Elena Zuasti, iba a hacer un acto en honor a Eduardo, el acto nunca se hizo... pero yo escribí :


Cuando Eduardo Schinca se alejó de este mundo material me invitaron a escribir algunas palabras para cierta revista de una Sociedad de Profesionales "No Actores" del Uruguay y no lo hice.

Hurgando en mi alma su recuerdo sólo acudían (y acuden, por cierto) momentos felices y anécdotas divertidas, hechos que poco tenían que ver con la cruel realidad que nos golpeó.

En ese instante de recién estrenada renguera espiritual y artística lo que pensé redactar me pareció vacuo y la congoja por la pérdida me apartó de vanos y rudimentarios garabatos para una publicación ajena a mi medio natural, el teatro.

Soy actor no escritor, me manifiesto actuando, no necesariamente escribiendo, actuar es mi misión.

Hoy, sintiéndome entre pares, deseo expresarme y aportar mi grano de arena como parte del homenaje al que no sólo fue mi maestro, sino también de varios de mis maestros.

Formar parte del último grupo de alumnos que él ilustró en la Escuela de Arte Dramático, haber representado bajo su dirección los más variados estilos y autores teatrales haciendo de figurante hasta protagonista, trabajar con él en sus postreras tres direcciones en la Comedia Nacional, el Amor y la mutua afición y fanatismo que compartíamos me sirven de pretexto y gracia ética para interrumpirlos con ésta mi performance,

Soy feliz y todos debemos sentirnos así.

Felices por haber conocido a Eduardo Schinca, no sólo como ser humano común, intelectual o tal vez correligionario, sino como insaciable creador y referente cultural.

Felices por haber recibido su legado de amor al teatro, del que nos dijo que, cual Vestales, debemos mantener encendida la flama.

Llama en la que, también gracias a él, aprendimos a arder.

Él nos mostró el rigor incesante con el que debemos trabajar para poder subir a un escenario, satisfacernos y divertirnos hasta morir haciendo llorar o reír; no de forma estereotipada, con grandes alardes, excesos grandilocuentes o pronunciaciones afectadas sino con la verdad, emoción, coraje y sentimientos que devoran plateas y corazones.

Los que tuvimos el honor de compartir la dura tarea a la que se abocó durante su fecunda vida, y sus enseñanzas, tenemos la obligación de rendirle homenaje cultivando el mismo compromiso absoluto, serio e inflexible que él tuvo hacia el arte y la cultura, como nos enseñó y dio vivo ejemplo.

Nuestros son el derecho y el deber de mantener ese fuego que nos hizo abrazar, y recordarlo hoy, es parte de esa hercúlea tarea.

Tal vez él no estuviera muy de acuerdo con la forma en que decidí evocarlo; habiéndolo conocido, sé que hubiera tenido la disciplina ética y estética de soportarme (por algo lo llamamos maestro) y después, café mediante, casi siempre con cortesía y afecto expondría sus pareceres; pero estoy seguro que en donde esté, estará revolcándose de risa con mi atrevimiento y a sottovocce, apretando la pipa entre los dientes, en alguna mesa de boliche lo comentará con amigos en medio de carcajadas sentidas y ojos incrédulos.

Es parte de lo que también nos exigió: temeridad, resolución, determinación, osadía, audacia, despreocupación, valentía, denuedo, vigor, energía, arrojo, espíritu, guapeza, jugarnos "al mango", acertar... o equivocarnos y jugar de nuevo, una y otra vez, ese sabio poseedor de paciencia infinita.

Sentir en lo profundo del corazón y de mi arte, su falta, me incita a recordarlo junto a Uds., sin pompas ni protocolos, con alegría profunda y agradecimiento, agradecimiento que estoy seguro sentimos todos hacia nuestro querido, y sólo físicamente desaparecido, Maestro Eduardo Schinca.

Gracias por al MEC por recordar.

Gracias Eduardo.

Gracias a Uds.

Nuk ka komente: