e premte, 6 tetor 2006

De Milton Schinca

A pesar de nuestro parentesco tan cercano –nuestros padres eran hermanos- y de la cercanía vocacional que nos unió –los dos estuvimos vinculados al teatro, aunque con acentuaciones diferentes- no mantuvimos nunca una relación tan estrecha como yo hubiera querido. De niños, porque vivíamos en dos barrios alejados y no nos era fácil trasladarnos por nosotros mismos de uno a otro; de mayores, porque los dos llevamos una vida recargada de tareas y obligaciones. Por eso no fue nada común que nos encontráramos para intercambiar ideas y experiencias, como hubiera sido normal entre dos amigos que se querían y se respetaban como nosotros. Lo lamentaré siempre. La única vez que intervine directamente en su vida, fue cuando Eduardo llegó a la adolescencia y tuvo que elegir su camino profesional. Recuerdo que pidió para hablar conmigo y me planteó angustiado su dilema. Como era común en las familias de clase media de entonces, sus padres aspiraban a que siguiera una carrera liberal y habían elegido para él la de… Ciencias Económicas. Pero Eduardo ya había empezado a sentir el llamado del teatro, por el que había experimentado desde temprano una inclinación muy definida. Recuerdo que me preguntó, atormentado, qué debía hacer. Yo no dudé un segundo: “Seguí tu vocación, pase lo que pase”. (Algún tiempo antes yo había hecho lo mismo entre mi presunta carreta de abogacía y mi vocación de escritor…) Sé que me agradeció desde lo más hondo mi indicación, que venía a corroborar sus propios deseos. Nunca supe si en su familia se conoció alguna vez mi ínfimo papel en esta determinación de Eduardo, que –bien lo sabía yo- ya estaba tomada de antemano. Pero hasta el día de hoy me gusta imaginar que en alguna medida influí para que Eduardo siguiera ese camino de arte y docencia desde el que tanto aporte valioso nos legó con su talento y dedicación de todos los momentos.
Milton Schinca

Nuk ka komente: