e shtunë, 7 tetor 2006

otro aporte

De:"Juan Antonio Vidal Saraví"
A:"marcos valls"
Asunto:otro aporte
Fecha: Mon, 2 Jul 2007 18:03:51 -0300
Hola, Marcos!
Te mando otra cosita para el blog. Es un texto que me pidió Yáñez que escribiera para una revista de la EMAD, que nunca llegó a salir.
Abrazos
Juancho



"Sólo sé que no sé nada" Sócrates

En el Homenaje que la EMAD le tributó junto a Tito Barbón, poco antes de su muerte, el propio Schinca confesó que después de tantos años de docencia, había llegado a la conclusión de que le resultaba imposible impartir consejos a los estudiantes de teatro. Que la propia experiencia orientaría el accionar de cada uno en la profesión, de acuerdo con sus propios criterio y formación.

¿Cómo calibrar entonces su valor como eslabón en esta cadena nuestra de eternos aprendizajes, si él mismo evitó dejar sentencias grandilocuentes, o máximas absolutas que nos lo pintaran de cuerpo entero?

Podría recordar su humor, su don de gentes... pero ¿hasta qué punto sería válido para una generación que no lo vio actuar, y que tal vez sólo llegó a apenas vislumbrar su trabajo a través de sus últimas puestas?

Una relación de sus creaciones, actuando y dirigiendo, podrá ser impresionante, pero no pasará de una fría lista de nombres de personajes y textos, que sólo conseguirá ocultar como una fachada el mundo fascinante en el que nos sumergió a todos: alumnos, espectadores, compañeros de trabajo.

En realidad me dan ganas de contar que, al terminar sudoroso mi primer estreno siendo ya su alumno, ante mi advertencia de "Ni me toque, Schinca, estoy empapado", me contestó: "¡Ese es sudor santo!" y me abrazó.

Quiero recordar la vez que me pidió disculpas (!) por marcarme un matiz, entre patas, ya en funciones de Rey Lear; o verlo correr furioso a pegar cuatro gritos exigiendo silencio en la Escuela, para después preguntar risueño: "¿Estuve malo?". Necesito volver a escuchar el retintín de su "¿Qué te pasa, lolo?" (o sería Lolo??), aplicado a quién sabe cuántas situaciones.

Pero todo esto no llegaría más allá del simple anecdotario. Me parece más importante buscar lo que de él quedará en nosotros. Me resulta fundamental rescatar su legado de profundidad en el oficio, la seriedad del trabajo en el hilarante absurdo de todos los días, la vocación de trasmitir lo medular de la experiencia propia y heredada. No sé si todo se reduce a decir bien el verso del Siglo de Oro, o a entender las relaciones de fuerza y espacio entre protagonista y Coro de la tragedia griega.

Necesitaría poder transmitir el valor de su avidez por la nueva dramaturgia, la vigencia de su paciente vocación docente, el amor de su interés por el desarrollo de sus alumnos, la inteligencia de sus comentarios llenos de ironía, la sinceridad de su devoción por el Teatro.

El nuestro es un arte de imitación, y hasta los menos convencionales y más vanguardistas parten de un punto anterior. Y absolutamente vacuo e improvisado será aquél que no conozca y reconozca los caminos previamente recorridos (esto sí suena a espantosa máxima teórica).

La Xirgu suena artificial y fuera de moda desde los discos de pasta que la sobreviven, pero de ella seguramente Schinca heredó la necesidad casi visceral de conocer lo más nuevo, a la vez que el rigor en la formación y el trabajo. Ella fue revolucionaria cuando, entre otras cosas, eliminó al apuntador en escena; Schinca no tuvo oportunidad de grandes revoluciones en ese sentido, pero la esencia de calidad y profesión dignificada, con un claro componente de conciencia de nuestra función social, es algo que espero viva y crezca en nosotros, sus alumnos. No sólo para aplicarla en la lucha diaria de nuestro oficio, sino para ser capaces de trasmitirla y perpetuar la especie. No podemos nada más que extrañarlo: tenemos ahora el deber de tomar la posta.

Aunque a la larga concluyamos que la única certeza es la de no saber nada...

Juan Antonio Saraví

Escrito para una revista de la EMAD que nunca salió.



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